EECH III, concepto.

 

Esta parte es el final de la trilogía que se ha venido gestando desde hace un año y medio. La obra misma es un círculo y este es el cierre.

 

Dentro del proceso de la trilogía coincidió con experiencias de pérdidas personales y pérdidas de fantasías, espejismos y creencias que uno mismo se cuenta e idealiza. Perder esos puntos de referencia que nos confirman y quedarse sin ningún lazo conductor de quienes somos a partir del otro.

 

¿Hacía donde voy, que es lo que estoy haciendo, cómo construir de nuevo el sentido de las cosas para tener la materialidad cómo certeza de algo que existe, tener algo tangible, cómo reconstruir el camino, o cambiar de dirección y hacer otro diferente?

 

Soltar cosas, personas e ideas -esa maldita manía de pertenencia y de mantenerse arraigado a los miedos- me mantiene al borde de la violencia, siempre al límite, expuesta a aventarme al vacío o vaciarme yo misma en el abandono, saturada de pensamientos que no puedo controlar, vulnerable a que la gente vea el esqueleto de quién soy. Desnuda en el coito catártico del caos. Tengo un hoyo en mi esternón y en el estómago.

 

Hay tres puntos, uno en el extremo derecho, otro en el extremo izquierdo, otro a la mitad. La balanza por lo general se inclina hacía la izquierda, nos resbalamos y nos suspendemos con las uñas en la punta del sube-y-baja todos amontonados eufóricos por no caer. No caer. No tirar la toalla. No desertar. Tratando de escalar a la mitad del sube-y-baja. Me pregunto cómo nos vamos a salvar?

 

Los conciertos, las fiestas, las tertulias, fuegos artificiales, luz estroboscópica. Cannabis, cocaína, MDMA, éxtasis, crónic, salvia, tachas, ácidos, alcohol, mucho alcohol! Ruido, ruido, ruido, ruido… Clonazepam, ribotril, sertralina, vitamina ABCDE. Electrolitos y todo eso, y luego vuelve a comenzar.

 

Todas las noches son sábados y todas las mañanas son domingos.

 

 VACIARSE.

 

La serpiente que se traga al ratón y comienza a contraerse para sacar el esqueleto.

 

Pareciera que todo se reduce a momentos, nada es permanente. ¿Pero de esa momentaniedad que es lo que podemos rescatar, que es lo que queremos que se quede con nosotros y que no?

 

Aprender a soltar… uno debería de hacer caso a los símbolos que se nos presentan, moverse para no permanecer en el llanto de la nostalgia, aunque esa nostalgia siempre estará oscilando en la memoria, apareciendo y desapareciendo (hay que sacar a pasear a los demonios!) Suspenderse de los pies bocabajo en el vacío (un vacío atroz y dolorosamente confundido) viendo pasar las cosas mientras las lágrimas caen al suelo empañando la mirada, mojando el pelo, haciendo un charco de barro.

 

Todo esto me lleva a pensar que lo que permanece es uno mismo, solo uno mismo, incluso después de la muerte. Incluso después de la muerte de otros, si acaso esto nos confronta con nosotros mismos. De hecho la muerte encapsula lo que eres -que no será lo mismo para los ojos del otro, pero eso no importa…-; desde el nacimiento se va llenando la esfera. Tu mundito. Todo lo demás entra y sale inflando y quebrando la esfera de cristal, hay que volverla a reconstruir… con piedras y barro.

 

VOLVERSE A LLENAR.

 

Permanecer en uno mismo, y no escapar de sí.

 

El cierre de los ciclos (que a veces más bien pareciera un infinito!!!). El círculo donde a cada inicio, a lado dormita el final hasta que llega su turno y se convierte en lo que siempre fue, y vuelve a empezar y vuelve a terminar.

 

Inhalar, exhalar, adentro, afuera. Llenarse, vaciarse y volverse a llenar. Estos son los símbolos con los que trabajaremos esta última parte.

 

El adiós me llena de helio la cabeza, luego me desinflo cayendo al piso, así una y otra vez hasta que se desgaste el aire.

 

Me tengo que quedar un momento en la quietud de un campo verde y con flores, con el sol entre los árboles y ríos brillantes, con el viento y los pájaros. El sonido de los mosquitos, las ranas y los grillos en la noche. Aullidos. Los roedores alrededor de mí, el frío y el silencio de la noche. Quedarme sin nada para después volverme a sorprender.

 

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