Las Hojas Caídas de un Árbol Amarillas

 

De antemano ya sabía que estaba hablando con alguien que en algunos años ya no va a estar. ¿Qué se hace con la gente que ya no existe? Existe, existe, existe. ¿Cómo disipar la añoranza y las ganas de que la figura regrese tangible? Saludarla y reconocer su olor al acercarme a su mejilla.

Yo recuerdo estar ahí, y pensar que no estaba segura de haberlo hecho como un desafío, solo vi la oportunidad y me pareció divertido, sin medir consecuencia. Así es con todo, incluso nacer es algo así.

Pero nacer, implica, me guste o no, participar del caos del mundo; saborear su gloria y sus cachetadas. Nacer trae consigo, en la letra fina del contrato, el derrumbe. Lo primero con que me encuentro es con las hojas medio muertas de un árbol. Pienso en cómo las cosas camino a la muerte cambian a un color amarillo, un aspecto decrépito como cuando enfermas y  cambia el color de la piel.

Pero, ¿por qué han decidido morir? Esa mórbida intriga se me escapa cuando de pronto se balbucea entre nosotros la muerte temprana de alguien. Una vez escuché de un chico que le envió un video a su ex diciéndole que la extrañaba, acto seguido se mató. No recuerdo cómo, tal vez se colgó como la señora que le prendió fuego a su casa y después se ahorco. Resulta que era la mamá de la esposa del hermano de mi ex-novio. Pareciera que todos estamos conectados…esas pulsaciones nos pueden matar antes de tiempo.

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